miércoles, 17 de febrero de 2010

Mis CINCO libros por Jorge Rodríguez


Cinco libros con rastro

El primer libro que me capturó con la fuerza de su narrativa y me esclavizó a lo largo de dos semanas lo leí a la edad de nueve años. Debe haber sido el primero que leí sin ningún tipo de ilustración, y el que me abrió las puertas del universo literario que esperaba por mí en la biblioteca de la casa de mis padres, y en cada uno de los libreros que formaban parte del mobiliario de las habitaciones. Aún recuerdo que lo escogí por el nombre del autor (ya había leído "La isla del tesoro", con ilustraciones) y lo enigmático del título: "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde", de Robert Louis Stevenson, un volumen que contenía como preámbulo a esa fabulosa historia otros tres relatos del mismo autor: El club del suicidio, El diablillo en la botella y Olalla. De inmediato noté que la ausencia de viñetas me permitía crear en la imaginación un universo que respondía a la narración y a mis propias vivencias, con lo que la lectura se transformó en una experiencia viva y personal.

El segundo libro que marcó un hito en mi historial de lectura fue "Hotel", de Arthur Hailey, por su estructura narrativa. Fue para mí una revelación la forma como diferentes historias sin aparente relación, terminaban nutriéndose unas a otras para resolver una trama de suyo atractiva. El ritmo y la duración de los capítulos era preciso. Todo constituía un detalle a considerar, no había desperdicio. Sobra decir que me convertí en seguidor del autor. Luego de "Hotel" recuerdo haber leído "Altas esferas", novela anterior a "Hotel", y varias de sus siguientes entregas: "Aeropuerto", "Ruedas", "Traficantes de dinero", "El apagón".

Vinieron entonces los ochentas. Con un título en mi haber, trabajo independiente y dinero en el bolsillo, no sobraba tiempo para la lectura. Fue hacia mediados de la década que me encontré con Umberto Eco y mi tercer libro "El nombre de la rosa". Me impactó la forma en que la historia retaba a mis convicciones y me enfrentaba con la pluralidad que no acababa de asimilar en la vida diaria. El ataque, a veces subversivo, a veces directo, a las instituciones religiosas, me hizo comprender la fuerza motriz de las palabras, su poder de seducción, la capacidad de la literatura para sembrar en el lector una idea a través de una narración ex profeso. Fueron jornadas de reencuentro con las delicias de la lectura, y terminé reinstalado de manera definitiva en sus rutas olvidadas.

Por esa misma época recuerdo haber leído el cuarto libro: "El amor en los tiempos del cólera". Años atrás, a fines de los setentas, había dado una árida oportunidad a la literatura latinoamericana. No encontré entonces al autor que me provocara un consumo continuado. Con García Márquez la cosa fue diferente. Ya le había leído algunos libros de cuentos, género con el que nunca me sentí muy en confianza, pero era la primera novela de largo aliento que caía en mis manos. Me sedujo desde las primeras páginas. Los cuentos me habían preparado, sin saberlo, para sumergirme en aquella historia que ocultaba mundos fascinantes a la vuelta de cada página. La sensualidad, la pasión, la brutalidad de las relaciones humanas y sus vicios narrados con una fluidez que no daba tregua. García Márquez se convirtió para mí en un parámetro de selección literaria, y logré escamotear todos sus títulos de los viejos libreros de la casa paterna. Uno a uno fueron llenando mis estantes y mis horas libres. Todos, menos "Cien años de soledad". La exuberancia de su construcción me rebasaba. Ya le llegaría su tiempo.

Debe haber sido a finales del siglo, no recuerdo bien el año, cuando le di una segunda oportunidad, también fallida, en el sentido de lo poco que me aportó en ese momento. Fue una lectura mecánica, distraída, ajena a sus ficciones. Pasado el año 2000, mis horas de lectura de esparcimiento se redujeron a un mínimo semanal para dar cabida a las interminables jornadas de lectura obligada a mi quehacer. A principios del año de 2003, cuando empecé a escribir de manera profesional, mi forma de leer cambió. Me convertí en un feroz analista de las estructuras literarias, de la pirotecnia de los autores, de los trucos de taller y de los lenguajes ocultos de la narrativa. Fue entonces que pude desentrañar la complejidad de aquel título que le valió el Nobel a García Márquez. Mi quinto libro "Cien años de soledad" se convirtió en una revelación donde, aparte del goce estético y la mágica realidad de la historia, encontré una serie de singularidades técnicas que de alguna manera han influido en la confección de mi código de taller personal.

"La nuez vana" de Jorge Rodríguez, Editorial Jus/UANL, 2009, 341 págs., 169$.

Cuando la cápsula Apolo se posó en la superficie lunar millones de ojos en el mundo dieron cuenta del suceso, no así los de Edelmiro Cortés quien, vencido por una genial borrachera deja pasar el único momento que ansiaba ver. A partir de ese día su vida se vuelve un caos que lo llevará al pueblo de San Cirilo donde descubrirá los lazos que lo hermanan con la familia Barrón que, al pie de un nogal seco, ha visto perderse su heredad. Con una trama que corre desde los días de la Reforma hasta la sorprendente aventura lunar es como Jorge Rodríguez reconstruye en "La nuez vana" una historia de obsesiones: la de un hombre por el viaje a la luna y la de una familia golpeada por la mala fortuna, que van dejando tras de sí un sendero de nueces huecas y cápsulas espaciales pobladas por el olvido.


Autor
Jorge Rodríguez, Monterrey, 1957. Artista plástico multidisciplinario y autor de ficciones, ha participado en los programas de creación literaria del escritor Felipe Montes (2004-2008), de la Secretaría de Extensión y Cultura de la UANL (2006), y del CRIPIL Noreste (2005). Ha publicado las novelas El medallón de las rosas (2005) Conarte 2009, Martín Calavera (2006) Erre con Erre 2009 y La nuez vana (2007) UANL-Editorial Jus 2009. Actualmente reside en la ciudad de San Pedro garza García, en Nuevo León.

Enlaces


Foto del autor: © Jorge Rodríguez, el autor.

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