jueves, 11 de febrero de 2010

Mis CINCO libros por Javier Valdez Cárdenas


1. "La selva es algo más que una estepa verde" de Omar Cabezas

Este libro me dejó impactado y erecto. Eran los ochenta. Yo andaba de militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), una organización troskista y marginal que postuló a Rosario Ibarra de Piedra –hoy senadora de otro partido de izquierda, el PRD- a la presidencia de la República. Metido hasta el occipucio en los movimientos sociales, no le perdía la mirada a los movimientos guerrilleros de Centroamérica, como el de Nicaragua, donde uno de los jefes revolucionarios fue precisamente Cabezas. Fue el pinche Jaime Gálvez, un maestro universitario, quien me empujó a leer y escribir, y me recomendó este libro. "La montaña es algo más que una estepa verde" me dejó hechizado: su prosa es coloquial y divertida, terrible y sublime, y me tatúo un pasaje que sigo rememorando placenteramente: el autor, que narra sus peripecias en la guerrilla, se masturba mirando al cielo, entre grandes árboles, sin darse cuenta, y… ah.

2. "Cartero" de Charles Bukowski

Bueno, Bukowsky es una lectura mucho más reciente, de principios de finales de los noventa y de 2000. No sé cómo me llegó este autor y aquel otro libro de "La senda del perdedor", que creo haber comprado en el Casino de la Cultura, en Culiacán, en un descuido: el olfato de mis ojos dio con él y los dedos, cómplices, lo tomaron. Me gustó un chingo Bukowski y su alter ego Henry Chinaski por su apurada búsqueda de atajos para alcanzar la autodestrucción. En sus obras siempre están las mujeres, un erotismo que rápidamente es devorado por lo soez, la vagancia, la borrachera interminable y esa capacidad para escribir entre botellas, su irreverencia, una nostalgia galopante y esas ganas insaciables de partirse a la madre a chingazos, si no con otros, sí contra él mismo.

3. "Piedra negra sobre piedra blanca" de César Vallejo

Vallejo me llegó tarde, aquella noche de borrachera, bajo una palapa, tal vez un tejaván, en el patio de una casa, en la colonia Miguel Alemán, en Culiacán. Estaban varios de mis más entrañables amigos, entre ellos Cayetano Osuna, Refugio Haro y Rafael Valdez. En una discusión laberíntica, alguien, ya briago y altanero, preguntó quién era César Vallejo. Y Cayetano –para mí Gregorio Samsa, de cariño- contestó, erguido, con la guadaña en alto: es el poeta de la desolación. A los días, en un círculo literario, café y pan dulce, Haro recitó versos de "Piedra negra sobre piedra blanca" que me dejaron impactado por su nostalgia, esa tristeza como de llovizna, esas palabras brumosas y siempre humedecidas. He de decir que Joaquín Sabina, uno de los compositores y cantantes favoritos, cita algunos de sus versos, porque a él también le gusta el chileno y su desolación. Uno de sus libros, una selección de su obra, llegó hasta mí por César Vargas. Como lo maltraté al leerlo, me propuse pegarlo. Pero el trabajo no fue bueno y las hojas quedaron muy encimadas, con una pasta azul, grotesca. Molesto, César no aceptó que se lo devolviera. Y yo lo tomé como un regalo.

4. "Del rojo al púrpura" de Rodolfo Naró

Este poeta jalisquillo –sin discriminar, claro, sino de cariño- se me quedó entre ceja y ceja. Bueno, él no, su obra. Mi mujer, Griselda Triana, vio el libro en una tienda grande, en Culiacán, y decidió comprarlo. No lo conocía. Ni yo. Empecé a leerlo un poco desganado, pero conforme fui avanzando me conquistó el pinche Naró: estaba topándome con un hombre enamorado, que idolatraba a su compañera, aún abandonado, pero, lo más chingón, agradecido. Supe de él porque los tequilas se me subieron a la cabeza y dieron instrucciones a mi mano en el maus para buscar y entrar a su página de Internet. Ahí se la menté, agradecido, lo felicité, y sin más ni más le dije que era chingón por su erotismo, ese homenajear a la mujer que partió y traerla ante sí, aunque ya esté lejos.

5. "Sintiendo que el campo de batalla" de Paco Ignacio Taibo II

Es quizá uno de los libros menos conocidos de Taibo II. En esta novela corta, el autor se refiere a una reportera de la sección policiaca de un periódico de la Ciudad de México que investiga un múltiple asesinato y además la posible relación del crimen con el narco, los satánicos, la corrupción. Lo mejor de la historia, el clímax, el cenit que me tatuó, está en las referencias que la reportera, vaga y malhablada, busca constantemente en un maestro de periodismo de la universidad. Sobre todo cuando se siente extraviada, naufragando. Este maestro, romántico del periodismo e ilustrado, le recita una metralla sobre la importancia del trabajo de los reporteros, sus investigaciones, la ética, la valentía… la humanidad: sin periodismo –dice la historia, si mis neuronas güisqueras me lo permiten- todos seríamos sordos y mudos.

"Malayerba" de Javier Valdez Cárdenas, Editorial Jus, Novedad 2009, 211 págs., 169$.

Las crónicas de "Malayerba" retratan un mundo en el que convive más del 40 por ciento de la población mexicana: el del narco visto no como una irrupción violenta sino como una forma de vivir. Niños que sueñan con ser narcos, mujeres que buscan un narco que las mantenga, oficiales que añoran que les caiga al menos una paca de dólares son tan sólo algunos de los hombres y mujeres retratados en este libro al que no le falta amor, humor, pero tampoco violencia, desesperación e impotencia, descritos por uno de los cronistas del narco mexicano más originales, frescos y luminosos de nuestros tiempos. Este libro responde a una pregunta simple: ¿por qué el narco es una forma de vida de nuestro tiempo y por qué la guerra contra él no terminará? Javier Valdez Cárdenas se aventura a responder esta pregunta de la siguiente manera: porque más que el narco, al mexicano le gusta vivir fuera de la ley, tomar atajos, sortear vidas anónimas aunque esto los lleve a encontrarse una bala en la cabeza.


Autor

Nací en Culiacán, en 1967. Estudié sociología en la Universidad Autónoma de Sinaloa, de la que egresé en 1990. Obtuve el Premio Sinaloa de Periodismo por trabajos en la sección cultural del noticiero televisivo Sistema Noticioso Sinaloense, Canal 3. Fui conductor del noticiero de radio Nuestras Noticias en el 2004. Durante cerca de dos años, fungí como catedrático de la Universidad México Internacional, en la que impartí las materias de Entrevista, Nota Periodística y Reportaje, en la carrera de Comunicación Social, con especialidad en periodismo. También soy reportero fundador del semanario Ríodoce. Escribí el libro "De azoteas y olvidos, crónicas del asfalto", editado por el Ayuntamiento de Culiacán en 2006, como parte de la colección Palabras del Humaya. Soy colaborador fundador de la revista de monos La Locha, realizada por caricaturistas locales, que circula en Culiacán y las principales ciudades del estado desde finales del año pasado. Soy coautor de los libros "El gabo en Sinaloa", editado por la UAS, y la antología de crónicas "Con la letra en la mirada", del Ayuntamiento de Culiacán. Y autor de los libros "Miss narco", editado por Aguilar, del grupo Santillana, que contiene reportajes de mujeres involucradas y víctimas del narco, y "Malayerba", de Editorial Jus, que reúne una selección de crónicas publicadas en Ríodoce.

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Foto del autor: © Roberto Bernal.

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